Después de tener abandonado este blog durante muchísimo tiempo, me alegro de no haberlo eliminado como hice en el pasado con otros sitios web.
Me veo en la obligación de seguir volcando mis sentimientos inefables en tinta digital (sé que el término no está correctamente utilizado) para poder reflexionar con claridad.
Lo que me ha llevado a devolverle la vida a este cuaderno virtual es la foto que estoy observando ahora mismo. Perdida entre los miles de archivos que conforman las carpetas de mi computadora personal, no ha adquirido un color amarillento ni se ha empolvado, pero me ha demostrado que el pasado no se puede olvidar.
Los buenos momentos que ya no están sucediendo (esos en concreto, no digo que ahora no haya buenos momentos) me hacen replantearme qué estoy haciendo con mi vida.
Organicemos un poco mi trayectoria vital: Nací, entré en una guardería, llegué a la escuela donde pasé toda mi infancia y adolescencia obteniendo en el camino el título de la que ahora parece tan inalcanzable (puto país) ESO. Aquí conocí a un hermano. Curioso es nacer en una misma sala, de matrices diferentes, pero de una misma alma. Al fracasar estrepitosamente en elegir la modalidad de bachillerato (tecnológico), me eché atrás para probar el humanístico de lenguas puras. Si en cuarto de la ESO aprendí que me gustaba escribir y que, de hecho, se me daba medianamente bien, ahora que tenía otra oportunidad iba a aprovecharla. Pero no me dispuse a estudiar como un loco o a competir para conseguir la mejor nota pisando a mis compañeros en el proceso, no. Me dispuse a disfrutar como Don Quijote. Y volverme loco era el menor de mis preocupaciones. Mi primer paso en el mundo de la literatura fue una poesía de una página y media (cantidad no implica calidad). Me pusieron un 10. La he perdido, no tengo copias. La recuerdo, pero no podría volver a escribirla. Es una pena... A partir de este punto sólo he vivido para amar y escribir. Amor al arte, a la cultura, a los amigos, a la familia...
Durante mi época de bachiller, ya disponía de los mejores amigos que podré tener en vida y que aún conservo. No hace falta decir más, son un pilar básico en mi vida.
Después de terminar el bachillerato humanístico decidí entrar en periodismo. Lo conseguí.
Estoy en el segundo curso y me he dado cuenta de que he vuelto a errar. No quiero informar. Lo que piense la gente me importa un carajo. No tengo personalidad de periodista. No soy activo, no me gusta permanecer inquieto permanentemente... He perdido de nuevo la chispa literaria por falta de tiempo y a causa de las lecturas sometidas a un estricto control y a unas estrictas normas de rigor. Como si a un escultor le quitan el mármol para que talle en carbón.
Terminaré. Sólo quedan dos cursos más. Pero reconozco que he cometido otro de mis errores garrafales. Cuando tenga un título que de nada servirá, podré decorar la pared de mi habitación y empezar otra carrera relacionada estrictamente con las lenguas o la literatura.
La foto que nombraba al principio (no aparezco yo) me ha recordado qué era yo antes y qué soy ahora. Le estoy faltando al respeto a mi antiguo yo apasionado. Quiero enmendar la ofensa...
Lo siento.
domingo, 27 de noviembre de 2011
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