Tengo
miedo del rechazo, temo la ausencia de una sonrisa sincera y la aparición de
una mueca hipócrita. No quisiera que mi pobre mundo se autodestruyera con tu
presencia, aunque ya no fuera necesario. Lo único que deseo es conservar esa
oscuridad en mí pero teñirla de tu luz creativa. Un abrazo compasivo me dejaría
a años luz de la felicidad y uno sincero tendría un efecto desconocido sobre mí.
Solo un ser más allá de la comprensión podría provocar un efecto semejante y sé
de buena tinta que los sentimientos son irracionales, ergo difíciles de
entender.
Me
encanta imaginar que existo en una ciudad ya olvidada. No, en la ruinas de esa
misma civilización. Esos conjuntos de construcciones no tienen por qué ser fantásticos;
de hecho, cuando cierro los ojos visiono claramente los restos de las antiguas
polis griegas y las losas ya desgastadas de los foros romanos. Durante una época
de auge político y económico se gestó la mayor decadencia humana. Muerte,
enfermedades, corrupción, esclavismo entre otros hechos desafortunados poblaron
las mentes de los habitantes del clásico lugar, de la cuna de nuestra cultura. Decidme,
¿no hay lugar más hermoso para perder el espíritu que el emplazamiento del génesis
de nuestra inocencia y de nuestra suspicacia? Existieron muchas otras culturas
antes que las que asentaron nuestras bases, pero la coexistencia del arte y la
superficialidad más profundos me hace creer que nunca nada está perdido, que lo
hermoso siempre tendrá su lugar y que el simbolismo poblará mi cerebro hasta
que se pudra en el interior de los gusanos o hasta que se reduzca a cenizas y
flote hasta los bosques menos conocidos, donde la música primigenia del pájaro
y del árbol al que susurra el viento calme a mi ego muerto.
Por
eso a veces cuesta comprenderme. Ando perdido entre antiguas civilizaciones y
entre anacronismos varios. No me gusta el mundo actual, no me gustan las
guerras frías a las que estamos sometidos. No me gusta que todo esté al alcance
de nuestra mano pero que aún así contraigamos nuestros dedos para cerrar el
puño golpeando a la cultura global que se nos ofrece. Antaño, si queríamos conocer
otras tierras y sus filosofías debíamos olvidarnos de la nuestra durante un
tiempo y partir dejando todo atrás. Si volvíamos seríamos más sabios, si no,
nuestra sabiduría sería sencillamente diferente.
¿Cuántas
veces he soñado con agarrar una libreta y un bolígrafo y partir al templo del cabo
de Súnion?
Cabo de Súnion. Fuente: http://ernesto51.files.wordpress.com |
Creo que he llegado a la conclusión de que el ser al que conozco con mayor profundidad no es a mí mismo, sino al ego que he creado y que has creado con el paso de los años. Mi ego original murió y de sus cenizas renació un ente formado por la esencia del anterior y por una cantidad considerable de fragmentos de tu alma. Soy feliz por ello; todos morimos y renacemos día a día. Y cuando he ido conociendo a otros individuos capaces de dejar mella en mí, he abierto huecos en mi corazón que creía inexistentes para no tener la necesidad de borrar quién soy de mi código genético.