miércoles, 25 de julio de 2012

Incertidumbre y exilio del alma


Tengo miedo del rechazo, temo la ausencia de una sonrisa sincera y la aparición de una mueca hipócrita. No quisiera que mi pobre mundo se autodestruyera con tu presencia, aunque ya no fuera necesario. Lo único que deseo es conservar esa oscuridad en mí pero teñirla de tu luz creativa. Un abrazo compasivo me dejaría a años luz de la felicidad y uno sincero tendría un efecto desconocido sobre mí. Solo un ser más allá de la comprensión podría provocar un efecto semejante y sé de buena tinta que los sentimientos son irracionales, ergo difíciles de entender.

Me encanta imaginar que existo en una ciudad ya olvidada. No, en la ruinas de esa misma civilización. Esos conjuntos de construcciones no tienen por qué ser fantásticos; de hecho, cuando cierro los ojos visiono claramente los restos de las antiguas polis griegas y las losas ya desgastadas de los foros romanos. Durante una época de auge político y económico se gestó la mayor decadencia humana. Muerte, enfermedades, corrupción, esclavismo entre otros hechos desafortunados poblaron las mentes de los habitantes del clásico lugar, de la cuna de nuestra cultura. Decidme, ¿no hay lugar más hermoso para perder el espíritu que el emplazamiento del génesis de nuestra inocencia y de nuestra suspicacia? Existieron muchas otras culturas antes que las que asentaron nuestras bases, pero la coexistencia del arte y la superficialidad más profundos me hace creer que nunca nada está perdido, que lo hermoso siempre tendrá su lugar y que el simbolismo poblará mi cerebro hasta que se pudra en el interior de los gusanos o hasta que se reduzca a cenizas y flote hasta los bosques menos conocidos, donde la música primigenia del pájaro y del árbol al que susurra el viento calme a mi ego muerto.

Por eso a veces cuesta comprenderme. Ando perdido entre antiguas civilizaciones y entre anacronismos varios. No me gusta el mundo actual, no me gustan las guerras frías a las que estamos sometidos. No me gusta que todo esté al alcance de nuestra mano pero que aún así contraigamos nuestros dedos para cerrar el puño golpeando a la cultura global que se nos ofrece. Antaño, si queríamos conocer otras tierras y sus filosofías debíamos olvidarnos de la nuestra durante un tiempo y partir dejando todo atrás. Si volvíamos seríamos más sabios, si no, nuestra sabiduría sería sencillamente diferente.

¿Cuántas veces he soñado con agarrar una libreta y un bolígrafo y partir al templo del cabo de Súnion?

Cabo de Súnion. Fuente:  http://ernesto51.files.wordpress.com
Creo que he llegado a la conclusión de que el ser al que conozco con mayor profundidad no es a mí mismo, sino al ego que he creado y que has creado con el paso de los años. Mi ego original murió y de sus cenizas renació un ente formado por la esencia del anterior y por una cantidad considerable de fragmentos de tu alma. Soy feliz por ello; todos morimos y renacemos día a día. Y cuando he ido conociendo a otros individuos capaces de dejar mella en mí, he abierto huecos en mi corazón que creía inexistentes para no tener la necesidad de borrar quién soy de mi código genético.