domingo, 7 de julio de 2013

Incoherencias que se exilian en verano

Se ha puesto a llover en mí y han empezado a oxidarse los metales que recubren las joyas que albergo allá dentro. Lo más cercano siempre se valora menos que lo que no está al alcance de la mano y, ¿qué sucede cuando no puedes ni agarrar la joya porque está herida y llena de muescas? Es muy ridículo cómo la mente humana es la que provoca la propia locura sin antes avisar.

Y aquí estoy yo; esperando lo inevitable mientras desayuno tazones de melancolia y nostalgia que ni siquiera debería sentir. Por lo visto, en el supermercado se quedaron sin felicidad simple, de esa que no engorda y de la que no se aprende absolutamente nada, y de la que no se desprenden textos. Uno se cansa de que la vida canse por cansarnos y es que cuánto más pasan los años más fácil es entablar una conversación con alguien que aparentemente es ajeno a tus pensamientos, pero más difícil será que confíe en ti. Ah, y también es más difícil que se fíe de que mi locura es legítima y de que todo lo que hago nace de la profunda fascinación. Pero claro, si le sonríes a alguien con los ojos brillantes y le dices lo bueno que es en algo, lo guapo que es o lo profundo que crees es su fuero interno, pues te va a mirar raro. Lo peor es que lo entiendo.

Me ha pasado tan pocas veces que creo que aún es algo fantástico y producto de mi imaginación, pero sé con certeza que hay personas que aparecen para cambiarlo todo. Nuevos métodos, nuevas reacciones, nueva rutina, nueva música, nuevos lugares, nuevas miradas...

C'est la vie, supongo.

Por cierto: Qué guay es "El Temblor" de Dorian, aunque en este caso y a esta entrada le pega más Summertime Sadness.