Cuan hermoso resulta observar el apocalipsis.
Me encuentro en medio de un yermo ardiente y lo único que alcanzo a oír son los gritos de la muchedumbre desesperada que huye para salvar las miserables almas de este mundo.
Si clavo la mirada debajo de mí, puedo ver como la tierra se agrieta formando cañones escarpados haciendo caer a todo ser vagante. Y yo no he resquebrajado el mundo.
Mientras yo observo con cierta indiferencia como las personas que han sobrevivido a la primera oleada de destrucción luchan por no llegar aún al paraíso, al infierno, al valhalla o a la tierra prometida entre otros lugares idílicos, varios personajes con mayor poderío físico e inteligencia que la resta intentan evitarles un destino trágico. Son los héroes de nuestra sociedad.
-Patético.
-No seas cínico.
-No se trata de cinismo, sinó de hipocresía.
Un diálogo, dos voces, tres intervenciones. Sólo un ser: es el inicio del egocentrismo ilustrado.
Es el magma el que derrite los huesos de estos seres que se reducen a carne y electricidad, no yo.
Son los líderes natos los que protegen a las almas perdidas, no yo.
El mundo se ha despertado hoy como cualquier otro día. Guerra, hambre, sexo, dolor, absolutismo, surrealismo, drogadicción, inocencia, nihilismo, racismo, capitalismo, tercermundismo, caos...
Y yo no he provocado absolutamente ninguno de estos factores.
Quisiera acercarme para tener contacto pero siento que no vale la pena. Me destruirán o me salvarán. ¿Destruir el qué? ¿Salvarme de qué?
Me cuesta entender la sencillez del espíritu humano y de la llamada de Gaia.
Sólo queda una esperanza: la descatalogación.
A vosotras y vosotros sí puedo admiraros pero me siento como si jamás pudiese llegar a comprenderos.
Me siento como el capitán del barco hundiéndose con él. Sólo que yo no dispongo de un barco.
Me hundo con un mar de proyectos para modificar algo que no me interesa.
-Que cínico.
-No se trata de cinismo, sinó de hipocresía.
-Albert. (Resulta que Dios no ha muerto, Nietzsche. Debemos acabar con él)