Seguramente muchos de los que estéis leyendo esto pensaréis que sólo me baso en Final Fantasy para redactar mis más sentidas opiniones, pero estoy hablando en general basándome en una entrega concreta de la saga: Final Fantasy X. ¿La razón? Os la aclararé al final. He jugado muchísimos juegos en toda mi vida. Sé que algunos de mis lectores habrán completado aún un número más exorbitado, pero no pretendo alardear de mi tiempo libre años atrás, sólo necesito saber que entendéis mi testigo.
Una obra maestra (que no un buen juego) debe conformar ciertos aspectos. El primero de todos es que los personajes deben ser entrañables. Debemos recordar su nombre a pesar de que no sean personas reales y deben caernos fatal o genial. Y con esto último no me refiero a sentir empatía positiva por un personaje arquetípico y heroico, sino por alguien cuyos sentimientos y reacciones entiendes; alguien que no sea perfecto; alguien con unos defectos que le lleven a cometer errores graves y que luego quiera redimirse, etc. Cuando hablo de caer fatal me refiero a un villano (o no) cuyo objetivo sea tan despreciable que casi no lo puedas creer. Alguien a quien no le importe el dolor del prójimo, alguien que no tenga nada que perder, alguien que de lugar a un conflicto dramático e interesante que haga llorar lágrimas al protagonista con tal de solucinarlo.
El segundo elemento tras la empatía sugestiva sería, a mi parecer, un guión sólido y coherente, acompañado por un contexto de ensueño, un mundo nuevo y completamente fantástico con sus oscuros rincones de desesperación y con sus ostentosos edificios habitados por hipócritas poderosos. Recordemos que sin un buen villano no puede haber un buen argumento, como en el caso de Final Fantasy XII. (Sé que se supone que hay villano pero… Es prácticamente aleatorio).
El tercer elemento es una banda sonora imprescindible y propia. Cada título diferente de videojuegos debe tener un estilo completamente suyo y que nos evoque a las horas de juego dedicadas. En el caso de Squaresoft, contaban con el maestro Nobuo Uematsu. ¿Qué más se puede decir?, ¿Quién no ha derramado lágrimas alguna vez con sus composiciones?
Antes de seguir enumerando aspectos teóricos de lo que es una obra maestra, debo comentar que un buen amigo me comentó una vez que los videojuegos deberían conformar un nuevo tipo de arte. Desearía que eso ocurriera, amigo. ¿Qué tiene la vida real que no tenga un videojuego aparte de, obviamente la propia realidad? Una obra maestra contiene arquitectura digital, una banda sonora deliciosa, un guión incomparable, esculturas adjuntadas a la arquitectura, la interpretación de los personajes a pesar de que no existan, entre otras cualidades. ¿Ver una película es mejor que SER el protagonista de lo ocurrido en un videojuego? Creo que sólo si necesitas relajarte y careces de tiempo y además albergas en ti los prejuicios que dicen que sólo alguien “rarito” jugaría a videojuegos.
Y, ¿sabéis que es una obra maestra? Algo que sea capaz de obligarme a escribir todo esto sólo con ver por casualidad uno de sus fragmentos. Algo cuya esencia pervivirá durante muchísimos años y algo que será comentado entre los amigos que compartan este gusto para siempre. Algo que se recordará con cariño y sobretodo, algo que permanecerá en nuestros corazones como parte de nuestra infancia, juventud o vejez según convenga.
En este caso, ese algo ya debe de ser algo obvio. Todo esto lo ha conseguido un vídeo de Final Fantasy X y por eso era el ejemplo que nos ocupaba. Los jugadores nostálgicos cuelgan sus vídeos jugando y nosotros recordamos nuestro pasado. Concretamente la razón de este texto es el tema que se puede escuchar cuando todo el grupo llega a Zanarkand. A dream that will end sometime.
Todo esto ni siquiera me ha salido escuchando el tema. Lo estoy escuchando ahora para rememoraros la parte a la que corresponde:
“Las lágrimas del jugador se derraman cuando recupera el control de Tidus tras la nueva presentación del prólogo del juego. Ahora entiende por qué el protagonista comenta que es su última oportunidad. Tidus, Yuna, Wakka, Auron, Kimahri, Lulu y Rikku retoman su viaje a través de la ciudad milenaria. A través de las ruinas de Zanarkand no dejan de ver visiones del pasado de Braska, Jecht y Auron. Todo esto sin duda hace que el jugador se enternezca. A medida que los protagonistas se adentran a las entrañas de la ciudad se ven obligados a luchar contra las almas de los difuntos habitantes del lugar, ahora horrendos monstruos pululantes. El tema A dream that will end sometime no ayuda a que el jugador intente sonreír. La diversión o el ocio no son su objetivo ahora. Su deber es acabar con Sihn a costa de su vida, pero no a costa de Yuna. Tidus se mentaliza para acabar con su padre mientras se estrecha la distancia de los protagonistas del lecho de Yunalesca, la creadora del Eón Supremo. El aura de tristeza y melancolía de Zanarkand es palpable hasta por los amigos que han ido a visitar al jugador y que jamás han tocado el juego. Lucillos o fragmentos de almas humanas convertidas en monstruos flotan por la ciudad muerta. Cuando Tidus se enfrenta cara a cara con Yunalesca, decide negarle la necesidad de un eón supremo que implique el sacrificio de uno de los amigos de Yuna y de la propia invocadora para destruir a Sihn. Yunalesca se enfrasca en una feroz batalla que los héroes repudiados por la sociedad de Spira vencen. La última oportunidad ha sido destruida, pero saben que es posible derrotar a Sihn, aún conservan una última esperanza…”
Como veis, el jugador ha pasado inevitablemente a confundir la realidad con la ficción. Lo siento, pero bajo mi punto de vista un Call of Duty o un God of War, o un Gears of War, no pueden conseguir esto. Es mi opinión y podéis o no estar de acuerdo con ella. Sólo os pido que no faltéis.
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