martes, 19 de noviembre de 2013

Béquer estaba equivocado

Esta noche me ha dado por pensar qué diré cuando cumpla los 23 años. Una de las frases que se me ha ocurrido es que "la vida es poesía", en contra del ideal becqueriano que dictamina que "poesía eres tú". Considero que Bécquer estaba ensimismado y perdido como todos cuando nos enamoramos, aunque cada cual lo haga en la medida que su propia mente le permita. Yo, por ejemplo, creo que soy muy parecido al desdichado autor sevillano, pues me hundo completamente en los lagos de oscuridad cual buzo y exploro en sus profundidades en busca de conocimiento y lágrimas, así como también entrego hasta el tuétano proverbial de mi también metafórica alma a la afortunada que reciba mis dotes amorosas.

Decía que Bécquer sufría de un ensimismamiento terrible porque denominó poesía a una de las muchas mujeres que pasarían ante sus ojos y hacia su corazón. Yo mismo he escrito textos en prosa en los que divinizaba a las mujeres que me han marcado a fuego y llanto, y también he escrito (o lo he intentado) poesía en la que cada una de las sílabas enaltecían la belleza, bondad y perfección general de la mujer (o muchacha) en cuestión. Bien, una vez expuesto esto, todos sabemos que el amor nunca dura una eternidad. El amor, como todo a excepción de las creencias religioso-culturales (como todo lo sano, vaya), tiene fecha de caducidad. La diferencia de comerse un yogur marcado a uno sin esos numeritos pequeños y negruzcos que dictan arbitrariamente cuándo exactamente el producto dejará de estar en óptimas condiciones para el consumo (que no incomestible), es que cuando comemos algo cuya fecha de caducidad conocemos, nos apuramos a disfrutarlo antes de que se eche a perder y, cuando no conocemos ese límite, almacenamos el producto hasta que nos venga en gana gozar de sus propiedades. Con el amor pasa algo similar, ya que jamás sabremos cuándo morirá, por lo que no siempre tendemos a vivir con locura esa (valga la redundancia) locura que debe carecer de cordura. El amor, bajo mi punto de vista, debe ser disfrutado, saboreado y explotado. Recordad que solo nos arrepentimos de lo que no hacemos.

Lo que venía a decir es muy simple: Bécquer, ¿estás seguro de que la poesía era ella? El amor es efímero, como la vida misma, solo que la vida, por muy puta que pueda ser con frecuencia, es lo único que tenemos. Y la propia vida engloba todo, incluido el amor. Yo mismo he visto pasar ante mis ojos futuras esposas según mi propio espíritu, pero, en realidad, algunas han durado en ese rincón de mí un único mes. Cuando la locura no puede ser disfrutada, se deshecha. Eso no implica que esas personas no valgan nada o que no me interesen (algunas fueron enviadas directamente a la papelera de reciclaje de mi cerebro), pues he conocido verdaderos portentos intelectuales, creativos, sociales y seductores en el sentido maduro de la palabra.

Entonces, Bécquer, ¿no sería más adecuado decirle a esa muchacha...?:

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
[Ahora pongo de mi parte, quizá destruyendo un clásico] Original: Poesía... Eres tú.
Poesía... Es la vida en la que me arropas tú,
verso de la más suave de las sedas.

Para mí, ellas son un verso en mi vida. No la propia poesía. La poesía es, para mí, la vida: toda una alegoría que engloba todas las vivencias. Puede que algún día, me salga un verso alejandrino con dos hemistiquios perfectos y más armoniosos que un haiku.

Por cierto... ¿No es siempre negra la pupila?

lunes, 4 de noviembre de 2013

Silencio

Este blog ya lleva 50 entradas publicadas. 50 entradas de sufrimiento, dado que solo escribo aquí cuando necesito expulsar el dolor. Esta entrada no es ninguna excepción, pero hoy solo puedo entregar...

...Silencio.

Y GRITOS propios de las almas más atormentadas del inframundo.

Y DOLOR punzante y ardiente, como una cascada de absenta en un corte por katana en el corazón.

Y MENTIRAS para sazonar esta vida sincera que me escupe a la cara.

Y SANGRE que no fluye por unas venas muertas de un corazón inactivo.

E IRA por una bondad que NO LLEVA A NADA, por una maldad que me guía por la senda del éxito y por mi ESTUPIDEZ al no seguir sus consejos.

Y UN DESTIERRO QUE ME CONSUME POR DENTRO.

Ahora soy libre.

Tengo una libertad QUE NO NECESITO, QUE NO ME INTERESA.

¿Alguna vez dejé de ser libre durante este mes? No, pero me gustaba encarcelarme en ti.

SILENCIO, JODER.

domingo, 3 de noviembre de 2013

He tenido un sueño... Pero no soy Martin Luther King

Hoy he tenido un sueño, pero no era un sueño de grandeza ni de esperanza para la humanidad como el que contó en su discurso el gran Martin Luther King. Se trata de un sueño estúpido y decadente que yo puedo entender porque yo soy el propio titular de mi vida. Es un sueño que carece de importancia para absolutamente toda la población. Mañana se me pasará, o no. El caso es que si he soñado lo que relataré a continuación, es por una razón sólida.

Imaginaos que cogéis el último tren para llegar a casa desde una ciudad relativamente lejana. Bien, cuando consigo entrar en este tren, me deja en una estación intermedia y, desde ahí, dónde se supone que debería coger el transbordo, no hay más trenes. No hay nadie, de hecho: ni revisores, ni trabajadores, ni guardias de seguridad, ni usuarios de la línea. Nadie. Solo yo y yo mismo. Menos mal que solo es un sueño porque dejarme solo a mí conmigo es la peor idea que mi mente puede concebir como real. Cuando quiero comprobar por qué demonios no pasan trenes y está todo tan desierto, la estación se transforma rápidamente en un motel repugnante, más concretamente en una habitación mugrosa y caótica. No acabo de entender esa parte... E, inmediatamente, aparezco fuera de la estación. En su entrada. Ahí me esperan mis mejores amigos, pero están tan enfrascados con el teléfono móvil que ni siquiera se dan cuenta de mi existencia. No, ellos no son así. No, ellos jamás harían algo así. Sencillamente mi cerebro proyectó algo que temo sobre lo que más quiero. No hablo de mi teléfono móvil en sus manos, ni hablo de un contacto mío que me haga exasperar o que me dé miedo, no. Ambos, contacto y móvil son ajenos, pero tampoco de ellos ni ellas. Y no le temo a él o a ello, sino a lo que pueda causar en mí a causa de una serie de actos que podrían llevarse a cabo. Después aparece... "otra persona", también con el teléfono. Nadie se percata de dónde estoy, pero sin embargo están todos sentados a mi lado. Y yo, como siempre, me hundo. Intento escapar de esa zona pero no hay puertas, estoy en el exterior... Pero una cúpula me impide salir del propio sueño. Y así me he despertado.

¿Qué significa todo esto? Yo considero que es muy simple, a excepción de la parte que ni yo entendí.

Yo me subo a un tren: Yo me apunto a algo, me uno a algo o a alguien.Intento formar parte de algo.

El tren me deja en una estación en la que no salen más trenes: Ese algo al que me he unido me ha dejado en un punto sin retorno y, además, sin salida. De aquí no puede escapar vuestro humilde narrador, como diría Alex DeLarge.

En la estación no hay absolutamente nadie: Es sencillo. El terror corre por mis venas cuando nadie corre a buscarme, cuando veo que, además de que ese tren me ha dejado en la nada, no puedo recuperarme, no hay manera de seguir adelante.

La parte del hotel: Supongo que una habitación caótica connota el caos que llevo dentro de mí... Quién sabe. ¿Sentimientos desordenados?

En el exterior: Lo mejor que tengo en mi vida, ellos y ellas, no pueden ayudarme en esto. Eso me deja completamente indefenso. Además, se ausentan en un aparato en el que pueden estar hablando con cualquier otra persona.

"La otra persona": Tan dulce, tan bondadosa, tan hermosa. Y una frase, una palabra, un par de letras o un sonido de otro individuo podrían hacerle sonreír del mismo modo con el que yo lo conseguiría con un verso, una poesía, un texto retórico en prosa dedicado a sus virtudes, una aclaración de lo mucho que es y de lo poco que cree que es el resto de gente. Jugamos en otras ligas, ni siquiera jugaremos juntos. No lo sé. Duele.

Ojalá pudiéramos escoger ciertas cosas, porque yo seguiría sintiendo. ¿No demostraría eso algo?

A veces me planteo la extremista frase de Hamlet: Morir, dormir... Dormir, quizá soñar.