Esta noche me ha dado por pensar qué diré cuando cumpla los 23 años. Una de las frases que se me ha ocurrido es que "la vida es poesía", en contra del ideal becqueriano que dictamina que "poesía eres tú". Considero que Bécquer estaba ensimismado y perdido como todos cuando nos enamoramos, aunque cada cual lo haga en la medida que su propia mente le permita. Yo, por ejemplo, creo que soy muy parecido al desdichado autor sevillano, pues me hundo completamente en los lagos de oscuridad cual buzo y exploro en sus profundidades en busca de conocimiento y lágrimas, así como también entrego hasta el tuétano proverbial de mi también metafórica alma a la afortunada que reciba mis dotes amorosas.
Decía que Bécquer sufría de un ensimismamiento terrible porque denominó poesía a una de las muchas mujeres que pasarían ante sus ojos y hacia su corazón. Yo mismo he escrito textos en prosa en los que divinizaba a las mujeres que me han marcado a fuego y llanto, y también he escrito (o lo he intentado) poesía en la que cada una de las sílabas enaltecían la belleza, bondad y perfección general de la mujer (o muchacha) en cuestión. Bien, una vez expuesto esto, todos sabemos que el amor nunca dura una eternidad. El amor, como todo a excepción de las creencias religioso-culturales (como todo lo sano, vaya), tiene fecha de caducidad. La diferencia de comerse un yogur marcado a uno sin esos numeritos pequeños y negruzcos que dictan arbitrariamente cuándo exactamente el producto dejará de estar en óptimas condiciones para el consumo (que no incomestible), es que cuando comemos algo cuya fecha de caducidad conocemos, nos apuramos a disfrutarlo antes de que se eche a perder y, cuando no conocemos ese límite, almacenamos el producto hasta que nos venga en gana gozar de sus propiedades. Con el amor pasa algo similar, ya que jamás sabremos cuándo morirá, por lo que no siempre tendemos a vivir con locura esa (valga la redundancia) locura que debe carecer de cordura. El amor, bajo mi punto de vista, debe ser disfrutado, saboreado y explotado. Recordad que solo nos arrepentimos de lo que no hacemos.
Lo que venía a decir es muy simple: Bécquer, ¿estás seguro de que la poesía era ella? El amor es efímero, como la vida misma, solo que la vida, por muy puta que pueda ser con frecuencia, es lo único que tenemos. Y la propia vida engloba todo, incluido el amor. Yo mismo he visto pasar ante mis ojos futuras esposas según mi propio espíritu, pero, en realidad, algunas han durado en ese rincón de mí un único mes. Cuando la locura no puede ser disfrutada, se deshecha. Eso no implica que esas personas no valgan nada o que no me interesen (algunas fueron enviadas directamente a la papelera de reciclaje de mi cerebro), pues he conocido verdaderos portentos intelectuales, creativos, sociales y seductores en el sentido maduro de la palabra.
Entonces, Bécquer, ¿no sería más adecuado decirle a esa muchacha...?:
¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
[Ahora pongo de mi parte, quizá destruyendo un clásico] Original: Poesía... Eres tú.
Poesía... Es la vida en la que me arropas tú,
verso de la más suave de las sedas.
Para mí, ellas son un verso en mi vida. No la propia poesía. La poesía es, para mí, la vida: toda una alegoría que engloba todas las vivencias. Puede que algún día, me salga un verso alejandrino con dos hemistiquios perfectos y más armoniosos que un haiku.
Por cierto... ¿No es siempre negra la pupila?
martes, 19 de noviembre de 2013
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