La frialdad es la fortaleza definitiva y final de todos nosotros. A pesar de todo, puede que no sea esa la intención del criminal que te hace sufrir. Puede que el criminal sea más inocente que tú, y puede que tú tengas poco de inocente. Puede que la ausencia duela mucho más que la presencia de una espada clavada en el pecho, y puede que no pueda y que sea una certeza.
No es la melancolía la que ataca ahora con la fuerza desbocada de un toro rabioso y bravío, que tras la cornada lame tus heridas, te mira con tristeza y empatía y se compadece de ti. No, se trata de algo nuevo, de algo que hace que el pasado oscuro quede cegado por luces eternas e infinitas; y deja los viejos recuerdos que alimentan el alma y hacen que se crezca en el pecho aprisiónandola.
Con cada vez menos espacio, la esencia intenta escapar de su prisión de huesos, pero ella sabe que tú y tu corazón sabéis que el único modo de liberarla es presentando aquello que permite pronunciar palabras de amor y odio; aquello que roza y despierta la pasión, aquello que durante unos instantes hace que los dos amantes fijen sus miradas y sean uno. Al menos durante unos instantes, unos instantes de vida.
¿Acaso no oyes latir el corazón que bombea sangre para que los labios se mantengan calientes y darte así cobijo? Podría darse el caso que estos brazos te protejan del dolor, podría ser que estas piernas corran en tu ayuda, es probable que estos dedos roben tus lágrimas y es evidente que estos ojos robarán tu alma. Así pues, cuida a tu escudo y escudero y no permitas que el metal se oxide. No dejes que la lluvia borre mi ser.
miércoles, 23 de enero de 2013
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