No es la primera vez que el cáncer se lleva a un ser querido. Ni será la última, estoy seguro.
Primero arrebató el alma de una niña que solía golpear la ventana de mi hermana para colarse en mi casa y hablar con ella de cosas de "niñas mayores". Recuerdo que siempre esgrimía una sonrisa pícara y que yo era solo un niño tonto cuya mayor preocupación era no guardar la partida. Apenas la conocí realmente, no hubo tiempo. Lo único que sé es que era tan radiante como el sol durante el alba y que algo que no es el Dios al que tantos culpan y adoran le consumió la vida.
Luego te fuiste tú, compañero de aventuras virtuales. Tú, una especie de mentor. Tú, un hombre disoluto con defectos y virtudes... Eras tú el que aguantaba mis pataletas y eras tú el que me acompañaba en mis sesiones de juego en tu propia casa. "¡Quiero que te calientes la cabeza!" Decías. No me permitías tocar un videojuego simple. No, debía pensar, debía crecer. ¿Sabes? Creo que creías en mí; creo que creías en mis capacidades y creo que sabías que podías hacerme crecer. No fuiste el padre perfecto, ni tampoco el esposo ideal. Pero sí fuiste amigo y compañero de mi propio padre. Te perdí de vista y solo una llamada me recordó que existías. "¿Me vendrás a ver?" Estabas en el hospital, "malo", según mi madre. No le di importancia. Seguramente te recuperarías pronto. Al poco tiempo me llegó la noticia de tu muerte. "¿Cáncer? ¿Qué es eso?". Te perdí y ni siquiera me pude despedir. Te perdí y obtuve una espina imperecedera. Te perdí y aprendí que no necesitas pasar mucho tiempo con alguien para amarle. Tú también eras joven y no eras un santo, pero desde mi inocencia recuerdo tu presencia.
Finalmente, y hace semanas partiste tú. Tita, (no, no puedo llamarla tía desde la formalidad) no olvidaré jamás cómo cada seis de enero esperabas con ilusión nuestra llegada a tu casa para entregarnos el regalo anual. ¡Siempre me obsequiabas con unas deportivas preciosas! La família, aunque nunca ha estado cohesinada, se reunía en tu hogar y allá olvidábamos que el tiempo era tiempo. Tú sí eras una santa. No permitiré que nadie diga lo contrario. Jamás actuaste sin nobleza, jamás hiciste daño a nadie. De ti obtuve el DON del altruismo, la sonrisa disponible para todos aquellos que me aman, la positividad y el afán de superación. Te dije que no estaba contento con mis estudios actuales, pero los terminaré y escribiré la novela que nunca llegarás a leer. Lo haré en tu memoria y en honor a todas las personas que me han dado la vida. No le di importancia a tu presencia hasta que me di cuenta de que jamás volvería a oír tus broncas o tus exclamaciones cuando hacía yo algo que no te gustaba. Ese cuerpo inerte no eras tú, era un recipiente de lo que un día fue un ángel caído. Muchas desgracias te acompañaron en vida, pero ahora eres libre, seas o no. Ver a una madre llorar por la pérdida de su hermana me hace pensar en que yo también los perderé y que a mí me perderá alguien. No, no soy pesimista, es la ley de la vida. Duele; duele mucho más ver caer una lágrima materna que el sentimiento de pérdida. ¡Brindaré por ti cada vez que beba tu amado cava!
A todos los que hayáis perdido a alguien os doy un consejo: No los olvidéis, pero no los substituyáis. Expandid horizontes y dejad entrar nuevos habitantes a vuestro fuero interno, pero no expulséis el recuerdo que queda de los caídos. Tatuad en vuestro corazón sus nombres, pues el pasado es lo que nos conforma, y a mí me conforman los vivos y Cristina, Juan y mi tía Manoli.
Decidí hace mucho tiempo que voy a aprender de todo aquél que entre en mi vida. Aprenderé cómo ser y qué no hacer. Solo hay una vida, y un día seré yo el que tenga que soportar bajo la piedra en que reposen mis cenizas vuestras lágrimas, así que haré todo lo que deseo y me entregaré al máximo a quien ame.
viernes, 22 de febrero de 2013
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1 comentarios:
Ya es mala suerte que hayas tenido tan malas experiencias. Supongo que a medida que envejecemos éstas van sumándose. Lo importante es no dejar que ello nos hunda y saber cómo afrontarlo, algo que parece ser que tienes muy claro.
Mucho ánimo.
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