viernes, 1 de marzo de 2013

Adolescencia y sentimientos

Me gustaría retroceder en el tiempo, pero no para cambiar mi pasado, que es la base de mi futuro y lo que justifica mi presente. No, mi voluntad anacrónica nace del deseo de volver a sentir.

Durante la adolescencia nos vemos ahogados entre consejos adultos. La mayoría de ellos son pura fanfarronería que yo mismo he llegado a reproducir, pero algunos destilan sabiduría pura.

-"¡Vive ahora como si mañana fuera el último día!"
-"Siente todo lo que puedas sentir. Amor y odio; tristeza y alegría".
-"No te cierres a nada".
-"¿Por qué no intentas escribir una poesía?"

Me pasé los días encerrado en casa jugando a la videoconsola. Aprendí mucho así, aunque a priori parezca imposible, pero me perdí muchos detalles. Luego conocí a mis hermanos y desde entonces desterré a ese niño solitario que rehusaba la compañía humana. Al menos físicamente...

El segundo consejo lo seguí al pie de la letra, aunque no a voluntad. De todos modos, solo pude disfrutar la faceta negativa de la pasión. Miles de lágrimas derramé, pero de ese lago cristalino nació mi ego presente. De esa tortura nacieron estas palabras. Esta es la razón principal de querer volver al pasado... Quiero volver a sentir como un adolescente; quiero escribir como un virtuoso del piano al rozar las teclas. Anhelo volver a dejar que mis dedos corran libres y salvajes para luego emocionarme por un mensaje que ni yo mismo entiendo de dónde procede.

Deseo volver a sentir con fuerza para demostrarte qué es sentirse amado, para que entiendas qué es el amor, para que veas qué es una mirada de fascinación, para que en tus ojos se refleje mi espíritu. Lo que hoy te escriba no se compara con lo que el Albert adolescente habría creado. Pero ese muchacho está escondido en lo más profundo de mi ser.

Desde que mi padre me dijo una vez que "en el mundo hay de todo, hijo", descubrí que casi todo es posible y lo que no, es imaginable. Por eso mismo creo lo que no existe mediante la literatura y, de ese modo, creo mi mundo perfecto.

Por último... El cuarto consejo me lo dio mi profesora de castellano. Carmen, te debo muchísimo. Si no hubiese sido por esa poesía que me mandaste hacer... "Pero profe, yo no sé escribir. Y mucho menos hacer poesía". Insististe en que era un trabajo obligatorio y... Nació mi yo poeta. Abriste la caja de Pandora y empecé a destilar relatos, estados y a describir todo lo que me rodeaba.

Por último...

Me gustaría volver a conocer a mis hermanos una y otra vez. Repetir el día en que Víctor, Rubén y yo fuimos a nuestro primer Salón del Manga y dónde conocí a Ana y al propio Rubén. Volver a estrechar por primera vez la mano de Carlos. Volver a dedicarle una sonrisa idiota a Danny. Volver a escribirle esa nota a María. Volver a llamar rubia por primera vez a Laia. Volver a extrañarme de que Edu maquille cadáveres. Volver a reírme con un desconocido llamado Jose de lo ridículo que era ese juego. Volver a fotografiar a un hada llamada Jéssica... Volver a agregar a una vallisoletana con dudas existenciales llamada Marta... Volver a nacer en la misma habitación que Víctor... Volver a llorar como ahora mismo. Volver a mirar a Buenafuente con interés para volverme y ver a mi lado a una mujer hermosa; ofrecerle mi asiento y que me conteste que "no, gracias", con una sonrisa cautivadora causando que él deje de ser el centro de atención.

Volver a hacer muchas cosas, pero con 15 años.

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