miércoles, 27 de marzo de 2013

La maldad de Venus

Es Venus siempre la que roza con su pelo mi tez  provocando que la maldición se desate de nuevo. Me he resignado a que jamás podré librarme de ella, pues Venus es omnipresente y conoce todos y cada uno de mis pasos y pensamientos. De acuerdo, acepto que no soy rival para ella, pero quisiera tener una charla civilizada con la diosa del amor, con la mujer perfectamente imperfecta por antonomasia. El diálogo empezaría seguramente con una carcajada despótica por parte de la divinidad:

-¿Qué quieres de mí, humano? ¿Qué buscas de tu propia destrucción?
-Únicamente quiero ser libre...
-Sabes perfectamente que tu alma está sujeta a mis designios. Jamás serás libre.
-En ese caso, deja que te pida un pequeño favor.
-¿Y cuál es, pequeño ser?
-Quiero que tus deseos se centren exclusivamente en un alma de mujer.
-¿Quieres que libere de la pasión que te hace distinto del resto?
-No. Quiero que esa pasión se comprima para que solo una dama pueda saborearla en toda su esencia.Quiero sentir la locura una vez más, quiero que un solo ser pueda moldear mi espíritu a su antojo. Quiero bailar al son de los besos de unos labios. Quiero oler fascinado la cabellera de una sola princesa. Quiero ser un todo con ella.
-Entonces, tendrás que sacrificar todo lo que podrías llegar a sentir por otras personas del sexo que te atraiga.
-¿No es esa la gracia de la vida, señora? ¿El poder y tener que decidir entre una eternidad?
-En ese caso, te condeno, como has demandado, a las cadenas de la pasión individual. Solo una mujer podrá robarte el alma por completo, pero no te diré dónde encontrarla ni cómo distinguirla.
-Pero... ¡Así se me hará extremadamente difícil!
-Y... ¿No es esa la gracia de la vida mortal, humano?

Algo así.

De todos modos, mi pasión siempre se desata cuando una mujer me roba un fragmento esencial. Aunque... Aún no ha aparecido quien pueda eliminarme con un susurro. O sí. Quién sabe.

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